Pokemon siempre estará en nuestros corazones y la nostalgia que supone la región de Kanto y los 151 primeros Pokemon es algo contra lo que no podemos luchar, pero eso no significa que siempre se guarde un bonito recuerdo.

Kanto, Sabrina y la primera generación

Yo fui uno de aquellos que jugaron a Pokemon antes de haber visto nada de su anime. Recuerdo cuándo llegué al colegio un lunes por la mañana y todo el mundo me contaba maravillas sobre una nueva serie de criaturas y me empezaron a llenar la cabeza de pikachus, entrenadores, pokeballs y tablas de tipos, algo que pocos días después formarían parte imprescindible de mi identidad gaymer.

Sin haber visto nada del anime y sabiendo que aquello era un juego para GameBoy me animé a saber más de él en revistas y medios especializados y no pasó demasiado hasta que me hice con mi edición de Pokemon Rojo y también caí preso de la pokemanía que invadía a España a finales de los 90. Un montón de criaturas por descubrir, un mapa que se hacía enorme y una tabla de debilidades por tipo que tenías que conocer al dedillo para poder tener ventajas en los combates.

Mi tipo preferido en ese momento fue el tipo Psíquico, por lo fuerte y por el diseño humanoide de la mayoría de los pokemon de este tipo, además de lo misterioso que eran y por la líder de gimnasio de Ciudad Azafran, Sabrina, la cual amé por encima de todas las cosas y se convirtió en una de mis líderes más queridas hasta la fecha. Yo ya apuntaba maneras y cualquier personaje que tuviera una actitud altiva y de diva, allí estaba un Nekouji de apenas diez años demostrándole todo su apoyo y convirtiéndose en su fan hasta la muerte.

Yo quería y quiero ser como Sabrina y mi equipo tiene y tendrá siempre un Alakazam generación tras generación, pero hay otro pokemon dentro de estos 150 primeros que tiene a la vez un hueco y un vacío enorme en mi corazón de entrenador psíquico y ese es Jynx.

Jynx, reina del drag

Jynx es un pokemon bastante especial en el mundo de Pokemon y que ha tenido bastantes polémicas a su alrededor, desde su aspecto físico que recuerda a una mujer africana caricaturizada con piel negra y grandes labios rojos, lo que llevó a que en ediciones posteriores cambiaran la piel a morada (mi color favorito todo sea dicho) para evitar estas comparaciones, y el hecho de, no vamos a negarlo, parecer un poco dragqueen.

A mi Jynx me encantaba, era la diva pokemon que necesitaba mi equipo ya que según la primera pokedex cuenta “Mueve sus caderas seductoramente al caminar. Puede hacer que la gente baile al unísono.”, pero conseguirlo requería hacer un intercambio con un NPC del juego ya bastante avanzado, por lo que tu equipo ya estaba medio hecho y no había cabida para la diva de caderas y pelazo, pero la realidad de por qué no la llevaba en mi equipo era otra.

Salir del armario pokemon

Como decía, yo era un niño de 10 años que ya sabía que era gay (uno lo sabe desde que tiene uso de razón) y que ha luchado siempre por “no parecerlo”, “que no se note” y que “no se rían de mí”, lo cual os adelanto ya que no ocurría y “maricón” o “mariquita” era el insulto que siempre me ha acompañado, por lo que tener a Jynx en mi equipo era toda una declaración de intenciones que en ese momento no estaba dispuesto a tomar.

La vergüenza que me daba reconocer que Jynx era un pokemon que me gustaba era comparable a salir del armario gamer y ya bastante tenía con ser el rarito de los videojuegos sino también ser el rarito “gay” de los videojuegos.

Reflexiones de este tipo que en su momento uno hacía de forma orgánica y sin mucha profundidad, hacen que un Nekouji adulto se plantee por qué nunca llevó a Jynx en su equipo pokemon cuando no solo era uno de sus favoritos, sino que la Alto Mando Lorelei a la cual “staneaba” casi igual que a Sabrina, tenía uno bastante fuerte.

Esto, de alguna forma, ha influenciado en mi identidad gaYmer y cómo la vivo a día de hoy, sin ataduras, sin armarios y seguro de mí mismo, pudiendo llenar ese doble vacío gamer y LGBTQ y pudiendo decir de forma libre y clara que Jynx es uno de mis pokemons preferidos y precisamente por lo que es y cómo es, una divaza con un pelazo de infarto y un movimiento de caderas que hasta Beyoncé envidiaría.